En virtud de que
también es músico, tal vez Hensli Rahn acepte que consideremos su primer
volumen de cuentos como una gran pieza coral: algunos de los personajes y
argumentos se despliegan o resuelven en el transcurso de varias composiciones.
Así, pongamos por caso, en “De ahora en adelante” Bemba acepta que se le
devuelva su desportillada consola de juego; ese mismo chico recibe en “El más
allá” el pago pendiente por el aparato. Para rematar, el propio Bemba
protagoniza “Corazón loco”.
Otros ejemplos: el padre
del narrador de “Videoclub” acaba malviviendo en el “pueblo de la Luz ”; este dato nos permite cerrar
una pequeña historia iniciada en “Río Chico 1994” . Por su parte, el lábil
dispositivo anecdótico de “La
Guaira 1989”
(el menos logrado de los trabajos) muestra sus consecuencias en “El más allá”,
una estrategia que pudiera malograr la autonomía del relato si se lee el
compendio de manera aleatoria.
Más demostraciones:
la mujer policía de “La Guaira
1989” se
parece mucho a la cancerbera de Bemba en “Corazón loco”; Reincidente, mera
figura de relleno, hace acto de presencia en “De ahora en adelante” y en “El
más allá”; Roger, hermano del protagonista de buena parte de los títulos, aparece
en varias esquinas de las anécdotas.
De de los once
cuentos que integran Dinero fácil
(Caracas, Libros del fuego, 2014), seis constituyen una especie de fragmentado Bildungsroman: “De ahora en adelante”,
“Río Chico 1994” ,
“La Guaira 1989” , “El más allá”,
“Videoclub” y “Corazón loco”. En ellos es posible conocer el desarrollo intelectual
de un joven caraqueño vinculado con la música y la literatura, sumido además en
las veleidades típicas del descubrimiento del sexo y de los equívocos del mundo
adulto. Para atenuar esta mínima “novela de formación”, permítanme el salto
genológico, el autor se vio en la necesidad de introducir ciertos anclajes en
los otros relatos de modo de mantener la organicidad del libro, como hace en
“Río Chico 1994” al mencionar de pasada al dueto de “Portento”, o cuando
materializa una historia completa en “Pesadillas de Bill” de resultas de un comentario
hecho en “Más allá”.
De modo pues que los cinco
cuentos que completan el tomo: “Portento” (Premio Sacven 2013), “La flor del
pantano”, “Pesadillas de Bill”, “Sobre mi cadáver” y “Gasolineras” (Premio
Policlínica Metropolitana 2010), se relacionan tenuemente con el resto,
aquellos que descansan en la representación de la infancia y adolescencia de
los sujetos.
Junto con
“Videoclub”, “Portento” y “Gasolineras” resultan los mejores textos del repertorio.
En esas tres piezas Rahn cristaliza el desencanto, la soledad y la
desorientación no sólo de los personajes, sino quizá del país despeñado en la
búsqueda del doloso y rápido enriquecimiento, sin asideros espirituales que
puedan siquiera prever un posible cambio de rumbo.
Por lo demás, Dinero fácil incide en algunos tópicos
–digo una obviedad– de la narrativa venezolana más reciente: el aplastante influjo
de la cultura pop sobre la base de la cual funciona el imaginario de los
personajes: sus referencias, sus valores y, en ocasiones, sus proyectos de vida.
Una influencia que, adaptada a nuestro contexto, deviene constructo simbólico,
si vale el término, de una generación.
Mal
que nos pese, la imagen que arroja el libro, apenas disminuida por pasajes
humorísticos, es la de un profundo desasosiego: una república abandonada a su
suerte en donde a sus ciudadanos tan solo les queda la sobrevivencia y, si hay
fortuna, algo de dinero fácil.