En el
primer volumen de cuentos de John Manuel Silva, Afrodita C. A. y otras empresas fracasadas (Caracas, Editorial
Ígneo, 2014), se ensayan varias estrategias narrativas (realismo,
ciencia-ficción, intimismo) con el fin de presentar diversas concreciones de la
soledad y el desencanto. No obstante que el título incluye la posible clave de
acceso (el término “fracaso”), la lectura del conjunto pudiera evidenciar falta
de poiesis en virtud de que el orden
de los textos y los argumentos desarrollados revelan una disposición
atrabiliaria. Esto es, no leemos un proyecto concebido de manera orgánica, sino
que recorremos un compendio dispuesto sobre la base de un tema general (la
derrota) y quizá por ello tenue y delicuescente.
Compárense,
por ejemplo, las piezas “Los discos de mi padre” y “Afrodita C. A.”, el primero
construido bajo crudos parámetros realistas; el segundo adscrito a la fantasía
científica. Ambos materializan el tema del amor, pero en registros tan
contrarios que reducen el impacto de una tentativa metáfora global. Estos
trabajos fueron reconocidos en dos importantes certámenes, circunstancia acaso
decisiva para incorporarlos en la muestra. Se me dirá que sobran los casos de
libros organizados de forma caprichosa; con todo, esas volubilidades son
típicas de creadores autoritarios –déspotas por reconocidos– o de editores
repentistas.
Ahora
bien, vistos en su individualidad algunos cuentos destacan por el buen manejo en
la representación de las tensiones entre padre e hijos (“La pantaleta”, “Una
historia familiar” y el mencionado “Los discos de mi padre”); y el calco de
voces homosexuales (de nuevo: “Los discos de mi padre” y “Una historia
familiar”) y femeninas (“La pantaleta”).
Las
técnicas de la ciencia-ficción se despliegan en “Astarté, C. A.”, “Afrodita, C.
A.” y “Reflejo” (junto con “Betulio” –pintura de soledad y abandono– de los más
débiles del tomo).
La
violencia social queda fijada en “Las fotos de Popeye” y “El hombre de al
lado”. “Flassss” nos recuerda la frivolidad nativa de cierta cultura pop.
Silva
no desdeña, asimismo, la referencia al contexto político en brevísimas
menciones a sucesos puntuales (“el paro del 2002 terminó de quebrar B. K. M.”,
una pequeña compañía de fumigación, p. 88) o en ostensibles figuras: el ominoso
“Maestro Técnico de Segunda Aguirre” de “Los discos de mi padre”.
Como
suele ser natural en todo debut narrativo, hay escenas de relleno,
explicaciones y pasajes inútiles: “Me pidió que me montara en su nave que
estaba estacionada en uno de los reservados para ejecutivos. Me subí por el
asiento del copiloto y él lo hizo por el del conductor” (p. 44). El dato
pudiera parecer relevante; sin embargo, pronto descubrimos la caída:
especificar dónde se sientan los personajes no aporta nada a la trama. Tampoco
interesa saber que el puesto era “para ejecutivos”.
Sea lo que fuere, Afrodita C. A. y otras empresas fracasadas
anuncia la salida de un narrador con recursos y perspicacia imaginativa, quien
promete (y perdonen el lugar común) composiciones limpias y efectivas, como la
que da título al grupo.