En realidad era tía política de mi
padre, no de nosotros, los hijos de Luis Manuel Sandoval. Pero, igual, la
llamábamos Tía Ana. Era viuda de Tomás Silva, el hermano de mi abuelo (a quien
nunca conocimos: el maestro Silva –Juan Manuel Silva–, célebre ebanista de
Barinas). La Tía vivía en San Felipe: una casa larga y angosta por los lados de
Independencia, cerca de un campo de beisbol.
Una o dos veces por año llegaba a
nuestro pequeñísimo apartamento de la Prolongación Razetti en Los Rosales.
Lenta y amable, repartía presentes y relatos de los tiempos cuando el maestro
Silva era requerido por los holgados apellidos de la capital yaracuyana, rendidos
ante las destrezas del carpintero.
Más que la familia, lo que traía a
Caracas a la Tía Ana eran unas misteriosas reuniones de la Escuela
Magnético-Espiritual de la Comuna Universal, un culto de moda en los setenta
fundado en Buenos Aires, hacia 1911, por el electricista español Joaquín
Trincado, el cual llegó a tener una importante grey en Venezuela. La Tía
era ferviente devota del libro Conócete a
ti mismo, texto programático de la doctrina espiritista de Trincado.
Un sábado la Tía me llevó a uno de sus
encuentros religiosos. En la entrada de la quinta blanca con puertas y ventanas
de caoba (¿avenida El Cortijo, El Paseo? —sin duda, Los Rosales) veo dos
hombres de traje. Ana los presenta a otros feligreses que llegan y entonces oigo
sus nombres: Ricardo Rey y Bobby Cruz; “los músicos”, acota alguien.
No recuerdo de qué iba la reunión.
1 comentario:
Maravillosa narrativa, lástima que no sea todo el libro.
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